Antes de que parará el tormentón entro ella toda atolondrada y mojada, la miré con cierto desdeño al igual que la mayoría de la gente atiborrada en este café del centro de esta ya de por si caótica ciudad, - la gente, no mejor pensado, los adultos en estos días se la pasa pensando en las enfermedades y en la búsqueda de la comodidad - pensé.
La cosa es que no sé si fue porque le aparte la mirada pronto, la tal chica se acerco a mi mesa y me pidió autorización para sentarse en ella. Lo atiborrado del café, muy probablemente la obligaría a esperar y estaba ella toda ansiosa y acelerada, y como yo en su estado hubiese requerido quizá auxilio, moví apenas un poco la cabeza de modo afirmativo.
Yo estaba demasiado inerte, así que simplemente me agradeció, se sentó y ordenó un café de olla. De reojo alcancé a mirar que sacaba un papelito y que se ponía rápidamente a escribir sobre este. De pronto se me ocurrió que quizá de pronto se le había venido a la mente la solución de alguna ecuación diferencial, o que había resuelto el enigma tiempo espacio, o algo por el estilo. Traté se seguir metida en “mi enorme tasa de café”, la cual ya casi tocaba fondo.
Pero cuando intente si quiera recaer de nueva cuneta en mis asuntos, la persona saco de su bolso, otro pedazo de papel sobre el cual en apariencia transcribía lo que primero escribió en el otro papelito. Se me vino a la cabeza que estaba chifladita y que seguramente terminaría yo pagando su tasa de café,
Sin más remedio me fui a la mesa donde la mesera me entrego el vuelto y me dio además uno de los papelitos esos que las chica había estado escribiendo o transcribiendo. De inmediato deje de maldecirla, me senté de nueva cuenta, pedí una tasa más de café, y me puse a leer lo que decía el papel.
El papel tenía escrito en la parte más superior y con muy mala letra:
“bonita compañía ha resultado usted, sin ese bla, bla, bla, aquí le dejo esto que tenía yo que escribir y que he tenido que transcribir, por si a alguna de las dos se nos pierde el papelito”
y estas palabras estaban terminadas (o será ¿suspendidas?) por tres gordos puntos suspensivos.
Ahora bien, por si pierdo el papelito, transcribo pues en esta libretita:
Y el teléfono no va a sonar, ni van a llegar cartas, ni mensajes, este es un asunto propio y ajeno a uno mismo. Y pudiese ser que las cosas nos pasan por algún motivo, y entonces uno se pone a meditar en demasía el significado de aquello y lo otro. Irrealidades morales.
Lo real en realidad, viene siendo esta autoayuda: conciencia o inconciencia de que las palabras no alcanzan para hacer esa construcción de las ideas, además, estarse parado o caminando (según sea el caso) bajo la lluvia. El mejor acuse para empapar la inconciencia de las palabras, o mucho más simple; uno se moja enteramente, y el enteramente es eso, empaparse hasta la ultima neurona y acoger entonces lo real.
y lo que se resbala y empapa, proviene de una nube regordeta con un aspecto entre grisácea y negro
y como la gente viene y vendrá huyendo de aquello seguro que la empapada viene desacompañada.
y entonces uno puede acordarse o re-cordar aquel diario, aquella persona, aquella entrañable amiga:
[…] Me Gusta el Llanto, la Esperanza, el Miedo ¬ […] No, “no me voy a dejar embrutecer por la rutina cotidiana” […]
Y como uno esta tan empapado y tan real, y tan desacompañado, bien se puede asimilar la idea de que LA LLuvía UNida al CAnsancio, SIempre ARranca unas LÁgrimas . . .
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