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y se trataba de mirarte llorar, y tú mirando por la ventana, yo tomaba un libro entre mis manos y lo abrazaba a mí, tratando de abrazarte, y guardamos un silencio rotundo, las cosas rotas estaban por todos lados, todo lo mejor que podíamos hacer era yo mirarte, y sostener el libro entra mis dedos, tú, llorar mirando por la ventana, el silencio nos cubrió. Allí empezó algo, siempre uno empieza algo, en el lugar y momento menos extraño, te miré llorar y ahora se que extraño mirarte llorar por la ventana, pero nunca te abrazo cuando lloras, no del modo en que la gente se consuela cuando lloramos, no, a ti solo te miré y el silencio nos cogió a los dos por el corazón tu no eres ese que yo había estado mirando desde hace meses, y yo ya no podía ser esa cualquiera que venía a pasar un rato con vos, esa noche yo también lloré, llorar sin saberse porque, como es que terminé llorando a eso de la media noche después de no se que sueños, y jamas pase una navidad tan triste como la que pase ese mismo año, un invierno más que frío, mi alma se congelo y se quedo prendada de las cosas que sucedieron luego de mirarte llorar por la ventana, y aún no logró reponerme, a veces lloro, a veces te acompaño cuando tu lloras, y estoy sola en casa esperando no sé que cosa, aún es invierno, pero es otro invierno, aún me tiembla el espirito al mirar a tus dedos hablarme, pero ahora es invierno aún y vos estas tan distante, tan austero, pero nada ausente, ya no te miró llorar por la ventana, ya no sostengo yo aquel libro, aquella tesis, ni tuya ni mía, ahora estoy en otro lado, estoy yendo a otros encuentros, y mientras tanto esta ese hermosisimo silencio en el monitor, ese espacio que nos divide en esta misma ciudad (por ahora), pero estamos metidos en un acuerdo, yo con algunas palabras, tú con un enorme silencio, y estas en las montañas verdes, te imagino en esa colina donde las sonrisas se encontraron, y tu caminas de tras del grupo y yo me detengo un poco para mirarte de tras, todos sentimos una felicidad inmensa y nadie ve llorar a nadie, no de tristeza, lloramos de agradecimiento, lloramos al san isidro y agradecemos a la vida, y aquí las cosas ni son tan verdes, ni son como en ese pueblo, y te extraño tantísimo, pero ya no lloró, solo te imagino feliz, quiero imaginarte feliz, y estamos los dos tranquilos, deseo que los dos estemos tranquilos, esto ha sido tan bello, y hoy se me retuerce la barriga por que he mirado en el monitor tus dedos hablandome, y se me ablanda todo el cuerpo y quiero ir a ese re-encuentro, hoy terminaré llorando por que sé que me estoy yendo, se que las cosas no son infinitas, se que uno puede llorar únicamente un tiempo limitado, infinito tiempo de estadía y razonamiento de las cosas habitadas, de las marcas en la piel y en el alma, mis dedos te hablan también, y quieren no hablarte y solo posarse sobre tu espalda desnuda, y me dan las ganas de querer que el tiempo no nos lleve siempre hacía alguna parte, sabemos que las cosas no son infinitas, sabemos que te he visto llorar por la ventana, sabemos que ya no sostengo ningún libro, y que mis dedos no alcanzan ni ha rozarte, solo son susurros de que nos conocimos en otra vida, de que estamos ahora en esta misma ciudad, y me tocas el corazón y ninguno de los dos llora, ninguno de los dos suelta las palabras provenientes de los dedos, ninguno de los dos esta aquí, los dos guardamos un propio pacto y nos quedamos callados, lo único que se asoma de los dedos es ese nombramiento propio, un escurridizo susurro de nuestros nombres, que se escapan por la red, y esos susurros son tantas cosas a la vez, se alejan de la palabra, se interponen a una enorme distancia entre el nombramiento y las cosas que dicen en el silencio, los dos nos quedamos callados, la imagen es invisible, no hay nada escrito, y ya no tenemos voz, solo nos queda no llorar, y abrazamos al silencio dibujado entre tu llanto y mi sostener del libro....
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