. . . y estaba yo de pie, y al mirar a mi alrededor todo era verde, un verde precioso, me sentí tranquila, así que me senté en ese verde que todo lo cubría, de pronto alcancé a escuchar que alguien gritaba mi nombre, y no gritaban miriam, ni tampoco gritaban mimmIqmI, gritaban bety, y el grito provenía de lejos, y llegaba a mi como una ola, sentía un golpe en mí, y yo miraba pero no había nadie, los gritos duraron muy poco, me volví a quedar solita, solo yo y el verde. Y entonces me recostaba y cerraba los ojos, lloraba con los ojos cerrados, y en eso sentía el roce de alguna otra persona, alguien que se recostaba a mi lado, algo así como sentir y no sentir que esta alguien más al lado de uno, me daba mucho consuelo, yo no abría los ojo, solo sentía que había alguien más y que apenas y me rosaba. Dejaron de salir las lágrimas, y me sentí inmensamente feliz, me daban ganas de reírme, de esas que a veces le entran a uno nada más por que sí, sin explicación, como queriendo sonreír a la vida, a las cosas a nuestro alrededor, y entonces abría los ojos y estaba yo en una playa, tan verde, tan azul. Pero la dichosa playa tenía muros, estaba yo encerrada en una playa . . . y me preocupaba no saber nadar, grite mi propio nombre, y me tire en la arena, me puse a cerrar los ojos y a imaginarme que al volverlos a abrir ya no estaría yo en este lugar, que estaría yo en una playa sin muros . . . luego desperté o a lo mejor me perdí en el sueño y ahora solo alcanzo a recordar esto . . .
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