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una ciudad nublada me ha transportado a otros lugares y sobre todo a otros tiempos o será más bien, a otros lugares atemporales. Es tan extraña esta tantaneblina que acoge los deseos extraviados de miles de seres. Me siento afortunada, la cercanía con la naturaleza de esta ciudad colma mis ansias y ocasiona esos viajes atemporales. Se tratará quizá de la apretura de esos ¡portales místicos! (como una vez escuche decir a alguien), no lo sé. Salgo de casa y el olor a campo bañado penetra en mi memoria, una sonrisa se esboza y creo recordar mientras escucho un chelo que inquieta mi sensatez. Hay algo de peligroso en todo esto, lo sé, ¡llueve tanto!, en esta ciudad parece no existir espacio para lo seco, la humedad penetra en sal y el sonidito de esta lluvia copiosa penetra en los ánimos de miles, quizá por eso la neblina sea tan densa . . .
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