jueves

Quetzalilin

Un médico prudente puede, por los ojos y la nariz del enfermo, pronosticar si ha de morir i ha de sobrevivir. Por lo cual, según su opinión probable, ojos enrojecidos, sin duda que son signo de vida; los pálidos y blancuzcos, indicio de salud incierta.

Indicios de muerte son: un cierto color de humo, que se percibe en medio de los ojos, el vértice de la cabeza frío o retraído en cierta represión, ojos ennegrecidos que relucen poco, nariz afilada y como retorcida, a manera de coma, quijadas rígidas, lengua fría, dientes como cubiertos de polvo y ya muy sucios, que ya no pueden moverse ni abrirse. El mismo rechinar de dientes y la sangre que mana en abundancia de la vena cortada ya pálida, ya negra, es anuncio de que viene la muerte.

Además la cara que palidece, que se ennegrece, que adopta y toma una y otra expresión; finalmente, si emite, revuelve y repite palabras sin sentido, como los pericos.

Mas en la mujer se ha observado un pronóstico especial a saber, como si una espina muy aguda les pica en las asentaderas, las piernas y los costados.

Y con todo, aunque se vea una salud desesperada y ya de llorarse, aún se le puede destilar al moribundo una medicina hecha con mucho cuidado de las piedras preciosas tlacalhuatzin, eztetl, perla blanca, tierra blanquizca: todo molido en agua.

Hay que ungir el pecho con un líquido confeccionado de pino molido en agua, laurel y hierba Tonatiuh ixiuh, que se ha de recoger en verano y guardar para cuando se ofrezca.

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pero cuando ha llegado a su punto la necesidad fatal y estamos a la muerte, se derrama en gran cantidad sangre sobre el corazón y al dividirse esa sangre por todos los miembros cumplimos la mortalidad.




de Libellus de mecinalibus indorum herbis
manuscrito Azteca de 1552

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